Montalbano tiene un sueño que oscila entre lo trágico y lo ridículo, y revela cuáles son sus dos pensamientos fijos en los últimos años: la idea de la muerte y su relación con Livia. En el sueño se está desarrollando su propio funeral y su muerte es anunciada por Catarella, quien habitualmente se hace cargo de ese tipo de comunicaciones en la vida real. Al funeral asiste el grupo que se encarga de las investigaciones policiales: el Dr. Pasquano que como siempre, con su habitual mal humor, se niega a dar detalles del muerto antes de realizar la autopsia; el superintendente Bonetti-Alderighi, que no autoriza a Montalbano a investigar su propia muerte; también se encuentra su amigo Mimi Augello. Están todos, pero falta quien primero debería estar presente en el funeral: su novia Livia. Contactada por teléfono por el irritado difunto, le anuncia que quizás no tenga tiempo de participar en la ceremonia y que, para ser honesta, se aprovechará de su muerte como una oportunidad para sentirse libre de la relación. El fuerte ruido que despierta a Montalbano es causado por una tormenta que sacude el mar hasta llegar al balcón de su casa. El mar y el puerto de Vigata se convierten en protagonistas de la nueva investigación de Montalbano, con dos barcos recién apostados: una potente lancha y el "Vanna", un yate de lujo cuya tripulación ha encontrado una balsa en el mar con un hombre muerto por envenenamiento. Durante la investigación, Montalbano pedirá la cooperación de un oficial del puerto. Y aparece Laura, una joven bella e inteligente que hará perder la brújula al comisario, quien se enamorará, afortunadamente e inesperadamente correspondido, como un adolescente apasionado y celoso…
El Comisario Montalbano
